El Domingo de Ramos conmemoramos la entrada triunfal de Jesús de Nazaret en Jerusalén, aclamado por la multitud.

Este hecho se produce días antes de su pasión, muerte y resurrección, según narran los cuatro Evangelios. Este domingo da inicio a la Semana Santa.

El Jueves Santo abre el Triduo Pascual. 

En este día se conmemora la institución de la Sagrada Eucaristía, el Sacramento del Orden Sacerdotal y el mandato del Señor sobre la caridad fraterna. La Última Cena y el lavatorio de los pies realizado por Jesús son los grandes momentos que estamos llamados a vivir.

La celebración se realiza en un ambiente festivo, pero sobrio y con una gran solemnidad, en la que se mezclan sentimientos de gozo por el sacramento de la Eucaristía y de tristeza por lo que ocurrirá a partir de esa misma tarde, con el encarcelamiento y juicio de Jesús.

El Viernes Santo revivimos el drama inmenso de la muerte de Cristo en el Calvario. La cruz erguida sobre el mundo sigue en pie como signo de salvación y de esperanza.

Con la Pasión de Jesús según el Evangelio de San Juan contemplamos el misterio del Crucificado, con el corazón del discípulo Amado, de la Madre, del soldado que le traspasó el costado. 

También es un día de meditación de las Siete Palabras que Jesús pronunció en la Cruz.

Es el tercer día del Triduo Pascual. 

Tras conmemorar el día anterior la muerte de Cristo en la Cruz, se espera el momento de la Resurrección.

Es la conmemoración de Jesús en el sepulcro vacío.

Una vez ha anochecido, tiene lugar la principal celebración cristiana del año: la Vigilia Pascual.

El Domingo de Resurrección o Domingo de Pascua conmemoramos la resurrección de Jesús al tercer día, después de haber sido crucificado.

En la Misa dominical este pasaje se recuerda de una manera especial. Se enciende el Cirio Pascual que representa la luz de Cristo resucitado y que permanecerá encendido hasta el día de la Ascensión, cuando Jesús sube al Cielo.

La Pascua marca el final de la Semana Santa.